El día de la Cima. Kilimanjaro

Quinta Etapa:  Kibo Hut (4.700msnm/15.420ft) – Gilman´s Point (5.681msnm/18.638ft) – Stella Point ((5.756msnm/18.885ft) – Uhuru Peak (5.895msnm/19.340ft) y descenso hasta Horombo Hut.(3.700msnm / 12.140ft).

Quinto día: Cima.

El ascenso comenzó a partir de la medía noche, escasamente iluminado por las luces de nuestros frontales.  Tomamos algo ligero antes de salir y aprovechamos para llenar nuestros termos con té bien caliente. Apenas nos separaban seis kilómetros desde el campamento Kibo Hut hasta la cima. La primera parte del desafío fue moderada pero el camino hacia lo más alto, no tuvo reparo en mostrarse duro se hizo caprichosamente largo y agotador, no solo por la falta de oxigeno, sino porque en algunos momentos, nuestros pies derrapaban hacia atrás y el frío que sentíamos en las manos era muy intenso. 

Por suerte, llevábamos entre seis y siete capas en el tren superior y otras tres en la parte inferior, incluida la capa para condiciones más duras y con membrana impermeable. Para proteger las manos, nos pusimos varios guantes. En mi caso, elegí una primera capa de guantes de lana merino y otros con un rango superior de protección térmica que variaba entre -1ºC y -12ºC, algo que fue insuficiente. Los pies pisaban con fuerza aquel empinado y polvoriento desierto. Por esta razón, parábamos de vez en cuando a tomar un sorbo de té que reconfortaba el alma y nos ayudaba a combatir el frío indomable.

Gilman’s Point

La luz del sol comenzó a desplegarse sobre un espectacular mar de nubes cuando alcanzábamos el borde del cráter y con ello, el Gilman’s Point, primer punto cumbre del Mt. Kilimanjaro con 5681 msnm. Una tenue sonrisa se afianzó en nuestros labios y ahí estaba el Mawenzi (5.150 msnm) observándonos.

En ese momento, el encuentro con uno mismo fue inevitable. Descansamos unos minutos acompañados por el aire frío de la montaña y reiniciamos la marcha dando la espalda al Gilman’s Point en dirección al siguiente punto, Stella Point  donde convergen las rutas Marangu y Machame. 

Resultaba increíble como nos habíamos alejado de lo selvático de la primera jornada y pocos días después, estábamos en pleno desierto alpino, donde el sol comenzaba a encaramarse con fuerza y el agua de nuestras cantimploras se había ido congelado. 

Un modesto tramo de sendero y sobre las ocho de la mañana llegábamos al “Uhuru Peak”. En ese momento, me di cuenta de como había cambiado nuestra vida desde que nos iniciamos en la montaña. 

Un día empezábamos con un sendero y otro terminábamos tocando el techo de Africa.

Cima del Kilimanjaro y el Monte Meru al fondo.

¡Lo habíamos conseguido!. Por suerte, nos sentíamos minúsculos ante tanta grandeza. Las vistas del Monte Meru alzándose entre el mar de nubes y el hielo glaciar que tanto ha inspirado a escritores y al mundo del cine, nos dejaban sin palabras.

Nieves perpetuas del Kilimanjaro

La tierra oscura y desértica por la que transitábamos parecía teñida de cierto misterio. Era el momento de regresar a Kibo Hut.

A partir de ese momento, debíamos avanzar más rápido, así que guardé la cámara y nos concentramos únicamente en el desértico y polvoriento camino de retorno.

Una vez vivida la experiencia, me atrevería a resumir en seis, los puntos más importantes, que nos ayudaron a llegar a la cima:

  • Aclimatación.
  • Preparación física previa.
  • Preparación psicológica.
  • Caminar a un ritmo que nos permitiera tener una respiración controlada.
  • Ropa adecuada para las bajas temperaturas de la montaña. Sin embargo, sobre este ultimo aspecto, me falló no haber tenido a mano unos guantes más potentes.
  • Y lo más importante, nuestros guías que motivaron y cantaron en los momentos más duros.
Mawenzi desde Horombo Hut

Tras el descenso del monte Kilimanjaro, regresábamos al campamento “Horombo Hut” antes del almuerzo. Obviamente, durante el regreso, ya no íbamos a ritmo de “Pole, Pole”. 

Cansados, pero verdaderamente felices porque habíamos cumplido un sueño y después de todo, apenas habíamos tenido complicaciones.

Al día siguiente, nos trasladaron al hotel de Moshi, donde después de varios días de barreños de agua y toallitas, pudimos ducharnos.

Los guías y porteadores fueron a despedirse, nos entregaron los certificados y nos dijeron «adiós» de una forma muy especial, con la «canción de la montaña».

Quién iba a imaginar que hoy, 23 de marzo, siete meses después de está maravillosa experiencia, consiguiera terminar este post en pleno confinamiento por el Covid-19. Trato de leer y recordar esos lugares donde me sentí libre, donde crecí. Pensar en el Kilimanjaro, es imaginarme de nuevo por sus sendas y divisar un mar de nubes infinito que se pierde por el horizonte.

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