Desde «La Danza del Masai«, hace ya tres años, no había vuelto a tener contacto con una etnia ancestral. Si en las «tribus masáis» (Kenia), el protagonismo lo tienen los hombres, en los poblados «Himba» (Namibia), el papel de la mujer tiene mucha relevancia.

Siempre he tenido admiración por estas mujeres nativas y mucha curiosidad sobre su estilo de vida. En el recorrido que realizamos por Namibia pude comprender y entender mucho más sobre su cultura seminómada y sus tradiciones.
Para ello hicimos una pequeña inmersión visitando uno de sus poblados. Conforme nos acercábamos a esta aldea situada en norte de Namibia, un mundo nuevo se abría a nuestros pies.

Se apreciaba una fuerza y una belleza increíble. Nos miraban sonrientes en su asentamiento salpicado de pequeñas chozas redondas construidas a base de adobe y paja.
Un grupito de los más pequeños, con apenas un pedazo de tela cubriendo su cuerpo, corrían a nuestro lado amortiguando con cada paso, sus pies descalzos bajo el cielo plomizo de aquella tierra árida.

Las mujeres estaban adornadas y ataviadas con productos de la tierra. Lo que más llamaba la atención era su piel tersa semidesnuda, sus collares, brazaletes y sus peinados con trenzas y rastas tapizadas por una capa arcillosa.

Cada mañana siguen su ritual de belleza pero debido a la escasez de agua y sus creencias, nunca se bañan ni se lavan el pelo, tan solo lo limpian con ceniza y se perfuman con hierbas aromáticas.
Los peinados de esta tribu milenaria van variando a lo largo de su vida. Cuando son niñas, se peinan con dos trenzas que salen desde la parte alta de la cabeza y caen por ambos lados del rostro. Cuando se convierten en mujeres, se ponen el «Erembe»un tocado conseguido a base de pieles curtidas con el que cambian totalmente su estilismo.

Algunas también se acicalan el cabello con el «ohumba«, unas conchas de mar muy preciadas.
La tonalidad rojiza de la piel representa la sangre y el color de la tierra. La logran embadurnando su cuerpo y canbello con una mezcla aromatizada llamada «otjize«.
Se trata de una pasta que hacen ellas mismas a base de manteca, hierbas y un pigmento rico en hierro. Les servirá como protección contra el desapacible clima del desierto, las picaduras de mosquitos y las radiaciones solares.

Tan solo vimos un hombre, a lo sumo dos. Ellos se encargan de criar el ganado. Las tareas más duras, como en tantos otros grupos tribales, recaen en las mujeres.
Los «Himba» son polígamos y a pesar de tener acceso ciertos productos de consumo y otras comodidades, aún conservan su identidad cultural.

Ellas se encargan de cuidar a los hijos, construir las chozas, llevar agua al poblado, ordeñar las vacas, hacer la comida…
Entre todos estos quehaceres, dejan un hueco para la artesanía. Además de conservar sus tradiciones, los «Himba», también conocidos como «Muhimba» u «Ovahimba», socialmente son muy dinámicos.

Incluso te los podrías comprando en un supermercado o conviviendo con miembros de otros grupos étnicos.
En la aldea se tuvimos la suerte de coincidir con una mujer del grupo de los «Herero» con su característico vestido y su sombrero típico con forma de cuerno.

Con unos cuantos brazaletes y otros detalles, nos despedimos al son de su baile y nos embarga el anhelo de que nuestra visita no rompa demasiado su forma de vida y con el interés por descubrir y entender el motivo por el que «Himba» se traduce en mendigo.
¡Es asombrosa la alegría que desprenden en un entorno tan inhóspito y extremadamente seco!.
Namibia 2022